FIRST IMPACT #5 – ¿Caduca o no? · Inodoro que salva millones · Asumir que sí pueden · Plástico que se bebe · Cuero sin vacas
Una nueva edición sobre proyectos que ya están cambiando cómo comemos, cuidamos, diseñamos, incluimos y habitamos.
Vamos a hablar claro…
Qué lejos ha quedado la palabra “impacto” de lo que realmente significa...
Se supone que habla de algo que mueve. Que transforma. Que deja huella.
Y sin embargo, durante demasiado tiempo se ha convertido en algo casi simbólico. Estético. Un guiño. Una pestaña más en una web corporativa.
Dices “sostenible” y ya ves gente bostezando…
Hablas de impacto, y lo asocian a ONGs, a causas lejanas, a banners de “DONA” sin trazabilidad, sin retorno, sin cara ni cuerpo.
Pocas métricas. Mucha fe.
Y así, normal que nadie se lo tome en serio.
Porque lo que no se ve, no se cree.
Y lo que no se cree, no se valora.
Mientras tanto, la rentabilidad ha seguido avanzando sin pedir explicaciones:
se mide, se calcula, se espera. Está en el centro de todas las decisiones.
Tal vez por eso cuesta tanto invertir en sostenibilidad. Porque hay una parte del sistema que solo reacciona cuando hay una cifra de retorno clara al final del Excel.
Y porque, todavía hoy, hay quien sigue pensando que impacto y rentabilidad son dos caminos distintos. Como si una empresa tuviera que elegir entre generar valor económico… o hacer lo correcto. Como si fuese una causa, un deber moral, o algo que se hace “porque queda bien”.
Pero, ¿y si no fuera así?
¿Y si el impacto pudiera medirse, escalarse, incluso monetizarse con la misma lógica —y la misma ambición— que cualquier otro activo estratégico?
¿Y si pudiera comportarse como una acción en bolsa?
¿Y si, además, atrajera inversión, talento, confianza, influencia?
El reto, quizás, no sea inventar una nueva narrativa.
Quizá sea dejar de disculparse por tener una.
Quizás sea hablar del impacto con el mismo rigor con el que hablamos de margen operativo o cuota de mercado, y empezar a entender que lo que parecía opcional… empieza a ser inevitable.
Esta edición va sobre eso.
Sobre cinco historias que no preguntan si el impacto es posible.
Simplemente, lo hacen visible.
Y, sin decirlo, te preguntan:
¿Y si lo más rentable de los próximos años fuera, precisamente, lo que aún no se atreven a medir?
Bienvenid@ a la #5 Edición de First Impact.
🚦 Comida semáforo
ODS 3 – Salud y bienestar | ODS 12 – Consumo responsable
¿Caduca mañana… o aún se puede comer?
En la UE, cada año se desperdician más de 59 millones de toneladas de alimentos, lo que equivale a 132 kg por persona. Gran parte de este desperdicio se debe a la incertidumbre sobre la frescura de los productos, de confundir "consumir preferentemente" con "no tocar bajo ningún concepto". Pero Oscillum, una biotech alicantina 🇪🇸, está cambiando el guion con una solución tan simple como brillante: etiquetas inteligentes que cambian de color según el estado real del alimento.
¿Cómo funciona?
La clave está en un biopolímero que contiene sensores químicos capaces de detectar compuestos volátiles generados por microorganismos durante la descomposición (como aminas, ácidos grasos o aldehídos). Cuando el alimento empieza a deteriorarse, esos compuestos se liberan… y el sensor reacciona visiblemente.
El código es universal y directo (además de estar pensado también para aquellas personas con daltonismo, con dificultad de percibir el rojo y verde, algo que afecta al 10% de la población):
🟡 Amarillo = estado perfecto
🟢 Verde = consumir pronto
🔵 Azul = no apto
No hace falta app. No hace falta saber química. Solo mirar.
Las etiquetas son biodegradables, baratas y compatibles con procesos de envasado actuales. Ya están en pruebas con distribuidores en España, Reino Unido y América Latina. Y podrían cambiarlo todo.
🚽 Inodoros que salvan vidas
ODS 6 – Agua limpia y saneamiento | ODS 3 – Salud y bienestar
Este proyecto no es sexy.
No es trending topic.
Pero puede ser la innovación más subestimada del siglo.
El Sato Pan, creado por la startup japonesa Sato (parte del grupo Lixil), es un inodoro de bajo coste, sin electricidad, sin fontanería avanzada… y con un impacto brutal.
Diseñado para comunidades sin acceso a saneamiento seguro, incorpora una válvula de trampilla contrapesada que se cierra tras cada uso, evitando la proliferación de moscas, olores y enfermedades transmisibles. Con solo un litro de agua, previene la propagación de enfermedades como el cólera, las diarreas agudas o parásitos intestinales. Enfermedades que matan y que se podrían evitar con algo tan básico como ir al baño sin miedo.
Desde su implementación inicial en Bangladesh, ya se han instalado más de 8 millones de unidades en 45 países. Y su impacto no solo es sanitario: también económico y social. Se fabrican localmente, generan empleo, dignifican hogares, y salvan recursos.
El Sato Pan quizás no gana premios de diseño. Pero ya ha mejorado la vida de más de 60 millones de personas. Y nos recuerda que la verdadera innovación no siempre brilla.
A veces… simplemente funciona.
♻️ Plástico que se bebe… y a veces se planta
ODS 12 – Producción y consumo responsables | ODS 15 – Vida de ecosistemas terrestres
Todo empezó con una burbuja.
En 2013, dos estudiantes de ingeniería —Rodrigo García González y Pierre Paslier— diseñaron una esfera comestible y biodegradable capaz de contener agua sin dejar ningún residuo: Ooho. Estaba hecha con una mezcla de algas pardas y extractos vegetales. Se podía morder, tragar o desechar sin contaminar.
La idea era tan simple como radical:
¿Y si el envase no fuera algo que se tira, sino algo que se disuelve?
Así nació Notpla (Not Plastic), la startup británica que hoy está liderando una nueva generación de envases sostenibles. Desde esa primera burbuja, han desarrollado soluciones para packaging flexible, recubrimientos para bandejas de comida, sobres para salsas… y hasta protectores de líquidos para envíos, que reemplazan las típicas bolsas de burbujas plásticas por materiales compostables de base marina.
Uno de sus últimos lanzamientos: cajas de envío que incluyen semillas locales en su interior. Cuando terminas de usarlas, no las reciclas. Las plantas. Y renacen como vegetación autóctona.
Actualmente, sus soluciones se están probando en sectores como la cosmética, la joyería y la alimentación artesanal. Pero su ambición es más grande: demostrar que la sostenibilidad no tiene que ser lenta, ni cara, ni elitista.
Porque en un mundo que se genera más de 141 millones de toneladas de envases de plástico al año, una caja que se convierte en planta ya no es una utopía.
Es una necesidad.
🫂 Assume That I Can
ODS 10 – Reducción de desigualdades | ODS 16 – Paz, justicia e instituciones sólidas
¿Qué pasaría si empezáramos todas las conversaciones con una suposición diferente?
Una muy sencilla: Que sí pueden.
La campaña global Assume That I Can, liderada por CoorDown, se hizo viral por una simple razón: rompió la narrativa.
Frente a la condescendencia disfrazada de inclusión, esta iniciativa —protagonizada por personas con síndrome de Down— no pidió compasión. Exigió respeto.
Con vídeos virales, acciones en medios y colaboraciones con marcas como Fendi o LinkedIn, el mensaje fue claro y directo:
“No somos tu inspiración. No somos tu excepción. Somos tu colega. Tu socia. Tu alumna. Tu madre. Así que, por favor… asume que puedo.”
La campaña no solo se volvió viral: se volvió política.
Impulsó reformas educativas en Italia, inspiró programas de contratación en Brasil y fue reconocida por Naciones Unidas como ejemplo de advocacy con enfoque de derechos.
¿El verdadero logro? Que sin una ley, sin un producto, sin una inversión millonaria… logró algo que muchos sistemas todavía no consiguen:
Cambiar el punto de partida.
Te dejo el video de la campaña aquí:
🍄🟫 Cuero que crece y vuelve a la tierra
ODS 12 – Producción y consumo responsables | ODS 9 – Innovación industrial
No se cosecha. No se curte.
Se cultiva.
MycoWorks, una startup de biomateriales con sede en California, ha creado Reishi, un cuero vegano hecho de micelio —el tejido subterráneo de los hongos, conocido también como el “internet del bosque”.
En lugar de depender de piel animal o materiales sintéticos derivados del petróleo, MycoWorks cultiva este biomaterial en bandejas de precisión, donde el micelio crece con la densidad, la forma y el grosor exactos que se necesite. El resultado: una piel vegetal que no solo imita, sino que supera al cuero convencional en resistencia, flexibilidad y belleza.
El proceso se basa en su tecnología patentada Fine Mycelium™, que permite diseñar materiales con propiedades personalizadas desde la célula.
Ya están colaborando con marcas de lujo como Hermès para producir bolsos, carteras y calzado con este nuevo tipo de cuero cultivado.
Y aunque aún no se usa en construcción o arquitectura, la lógica detrás de este material es más grande que la moda: Crear productos que duren… pero que cuando ya no se necesiten, vuelvan a la tierra sin dejar huella.
💡 Recuerda que las ideas —como las semillas, los datos o el impacto— se multiplican cuando se comparten con quien sabe qué hacer con ellas.
Y si no se la mandas a nadie, no pasa nada.
Pero si lo haces, puede que estés activando algo que no ves todavía.
Con eso, ya estás ayudando más de lo que crees.
El cambio ya no necesita permiso.
Ni storytelling. Ni slides. Ni titulares.
Solo necesita gente que no se conforme.
Que mire dos veces. Que cuestione lo cómodo.
Y que, cuando toque elegir entre lo seguro y lo valiente… prefiera lo valiente.
Gracias por estar aquí.
Por seguir leyendo y por no pasar de largo.
Nos vemos en la próxima edición.
Más radical. Más potente. Más nuestra.
Te mando un abrazo. Cuídate!
– Óscar
📚 PD: Este mes, si te animas con una novela, te recomiendo “Soy Pilgrim”.
Una historia de espionaje global que se lee como si el mundo dependiera de cada página. Porque igual sí…


